Editorial

Con el voto construimos futuro

MONS. CRISTIÁN RONCAGLIOLO. VICARIO DE LA ESPERANZA JOVEN.

Los desafíos actuales de Chile tienen ámbitos diversos. Un aspecto que hoy toca particularmente el alma nacional es el proceso constituyente en el que estamos insertos.
Situados en este escenario histórico no podemos olvidar que la misión primera de la Iglesia es evangelizar, anunciando con palabras y obras la Buena Nueva de Jesucristo, que llena de sentido la vida y le da un nuevo horizonte a la historia. El aporte que hemos de dar, desde el Evangelio, es un bien insustituible para nuestra cultura y un don para Chile. Somos consientes que no es tarea de la Iglesia formular soluciones técnicas, políticas o ideológicas –y menos todavía soluciones únicas– en materias contingentes, que Dios ha dejado al juicio libre y responsable de cada uno. Pero sí tenemos el derecho y deber de enseñar y difundir aquellos principios sociales que, inspirados en el Evangelio, han de vitalizar el corazón de nuestra sociedad y servirnos a todos. Ejemplos de estos son, entre otros, el respeto a la vida, la centralidad de la persona, buscar el bien común, la opción por los excluidos, la solidaridad, la subsidiariedad, la libertad de culto y la responsable participación ciudadana en el devenir nacional. Estos principios han de ser tenidos en cuenta y profundizados para que nos ayuden a un adecuado discernimiento en conciencia al momento de cumplir nuestros deberes cívicos. Es importante y necesario participar activamente en el proceso constituyente, desde las legítimas diferencias que puedan existir, discerniendo en conciencia y sin presiones, aportando siempre y con paz, poniéndonos al servicio de la cultura del encuentro, siendo respetuosos del que piensa distinto, sabiendo que ninguna opción es absoluta ni ningún sistema político puede dar todas las respuestas a las inquietudes mas hondas del corazón humano. Menos aún respuestas definitivas. La multiforme acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural destinada a promover el bien común encuentra cristianos legítimamente en ‘diferentes veredas’, en partidos o grupos diversos, pero esto jamás puede impedirnos trabajar juntos, como hermanos e hijos de una misma tierra, por el bien común de Chile. No nos olvidemos que “las diferencias son creativas, crean tensión y en la resolución de una tensión está el progreso de la humanidad” (FT 203). El respeto ‘aviva’ la esperanza y ‘abona la tierra’ para la fraternidad; la descalificación del hermano destruye la convivencia, violenta la paz y jamás ayudará a construir esperanza. Seamos creativos para gestar relaciones capaces de ver en el ‘vecino’ no a un extraño o a un desconocido, sino que a un hijo de esta querida tierra que también busca lo mejor para sus hermanos. Aprendamos a no estigmatizar al que piensa distinto, cultivemos la fraternidad, pongamos oído en los distintos, ejercitémonos en confiar en la buena fe de los otros, valoremos los aportes, vengan de donde vengan, y asumamos con esperanza –y sin fatalismos– el futuro de Chile. Francisco, en Fratelli Tutti sitúa al amor social en el corazón de la convivencia política, señalando que “es una fuerza capaz de suscitar vías nuevas para afrontar los problemas del mundo de hoy y para renovar profundamente desde su interior las estructuras, organizaciones sociales y ordenamientos jurídicos” (FT 183). Siendo artífices y protagonistas en la gestación de este amor social los invito a participar activamente en el proceso constituyente acudiendo a las urnas para manifestar en el voto lo que queremos para el futuro de Chile.

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